Seminario San Ezequiel Moreno  
 
  “Nacido para servir” 08-06-2025 10:59 (UTC)
   
 

Fray Yovanni nuestro Padre Formador nos regala la historia de su proceso vocacional:

 

Mis primeros años

Los hijos de una familia numerosa y pobre no pueden permitirse muchas cosas a las que tienen acceso otros chicos de familia más pudiente o con pocos hijos. Por esto sólo pude realizar los estudios básicos de primaria y secundaria, y desde pequeño me tocó trabajar en el campo en diversas ocupaciones. Esto me ha enseñado a valorar más la vida, las cosas que poseo, a descubrir que la pobreza en la vida se convierte en una gran riqueza, porque llegas a comprender mejor las situaciones de miseria y entender a los que no tienen que comer al día siguiente.


Desde pequeño me tocó trabajar en el campo en diversas ocupaciones.

Desde niño recibí de mis padres y abuelos la fe, y ellos fueron la base importante para que luego esta fe fuera creciendo y madurando. Por esto, mi relación con Dios comenzó desde niño, pues tenía que dormir con mi abuelito paterno que era inválido. Él todas las noches me enseñó a dirigirme a Dios y a darle gracias por su amor, a rezar por las personas que amaba y por aquellas que sufrían en la vida. No sólo me enseñó a orar, sino que con su ejemplo me transmitió su fe, a pesar de que llevaba más de cuarenta años de enfermedad. Soy consciente que desde entonces comencé a valorar mi relación con Dios y es lo que ha marcado mi vida, pues, si hoy creo, es porque he experimentado personalmente que Dios no es una teoría, sino una persona concreta, Cristo.

 

La vida es alegría

El nacimiento de mi hermana menor fue un gran motivo de alegría para toda la familia. Mi madre había traído a la vida a cinco hombres y una sola mujer. Cuando quedó embarazada por séptima vez, los doctores dijeron que era de alto riesgo y que corría peligro tanto ella como el bebé. A pesar de eso mi madre decidió que naciera el bebé; sin embargo sabíamos que era el último. Todos pedíamos a Dios que fuera una niña y así fue. El embarazo fue normal, y mi madre y mi hermana no corrieron ningún riesgo.

Momentos de dolor

Pero la vida está hecha de momentos gozosos y tristes o difíciles. No puedo olvidar la muerte de mi abuelito paterno, con el que dormía. Llegó un momento, en que la situación de trabajo en Tobosi, el pueblo al que pertenezco, era difícil. Entonces mi padre decidió marcharse a otro lugar en búsqueda de algo mejor. Al marcharnos no pudimos llevarnos a mi abuelito, pues ya estaba bastante mayor y enfermo, así que él tuvo que quedarse con otros familiares y, a los 15 días de habernos marchado, murió y yo no pude estar en sus funerales. Pero ya en aquel momento la fe que él me había transmitido me decía que la muerte no tenía la última palabra, que algún día volveríamos a vernos y estar juntos.


Una Nochebuena no teníamos absolutamente nada, ni siquiera que comer.

Mucha más pena, si cabe, me da el recordar que una Nochebuena no teníamos absolutamente nada, ni siquiera que comer. Mi padre a medianoche se puso a llorar porque no había podido comprar ningún regalo. Mas yo pensaba: ¿acaso ésta no es la verdadera navidad y que el Hijo de Dios nació en la pobreza? Además era verdad que no teníamos nada, pero estábamos juntos, y eso era lo único, quizá lo más grande, que poseíamos.

 

Mi novia y la vocación religiosa a agustino recoleto

Tuve una novia a la cual quería mucho y con ella pensaba casarme y así tener mi propia familia. Pero precisamente en esta época surgió mi vocación a la vida religiosa que ya desde niño estaba en mí.

Al pertenecer a una familia numerosa, ningún hijo tenía derecho a estudiar después de la primaria, sino sólo a trabajar. Por esto tuve que comenzar a cursar el bachillerato por madurez a los 25 años, con la ilusión de poder ser aceptado en la Orden de Agustinos Recoletos. Finalmente, pude entrar en la Orden de Agustinos Recoletos y decidí dar un sí al Señor y consagrar mi vida a Él.

El proceso formativo para ser religioso agustino recoleto comenzó en la casa de formación que la Orden tiene en Pozos de Santa Ana, provincia de San José, Costa Rica; prosiguió en Monteagudo (Navarra, España), donde hice el noviciado, y concluyó en Marcilla (Navarra, España) con los cuatro años de teología.

Debo confesar que, si en la vida de todo hombre hay fechas memorables y días felices, el día de mi profesión religiosa, de la ordenación de diácono y de la ordenación sacerdotal han sido los días más felices de mi vida. Era algo que sabía que Dios quería, aunque lo veía como imposible, principalmente al inicio de mi vocación. Por eso, cuando llegaron estos tres días veía solamente la mano de Dios y su gran misericordia, pues mi camino vocacional no ha sido fácil.

Después de haber sido ordenado de sacerdote pasé dos años en Roma estudiando, y obtuve la licenciatura en Teología Espiritual. Desde hace un año me dedico a la formación y acompañamiento de jóvenes que quieren ser agustinos recoletos en el mismo seminario en que ingresé yo, en el de Pozos de Santa Ana.


Dios en mi vida; crisis de fe

En medio de este desierto de fe, una luz apareció de nuevo en mi vida y me hizo ver que Dios nunca me abandona.

A lo largo de esta historia he sentido en algunas ocasiones a Dios lejos. Pero siempre en estos momentos he buscado ayuda de alguna persona, hombre o mujer. En una ocasión llegué a pensar qué sentido tiene creer en Dios; ¿no será acaso un invento de la Iglesia? Quería dejar todo, no continuar siendo aquel Yovanni que todos decían que era buena gente, pero para su propio provecho.

En medio de este desierto de fe, una luz apareció de nuevo en mi vida y me hizo ver que Dios nunca me abandona, ni se aleja de mí, sino que soy yo el que le doy la espalda con mis pecados. Después de superar esta crisis de fe, es cuando más se fortaleció mi confianza en Dios.

 Este periodo hoy lo veo como una gracia, algo que me ayudó a madurar, a purificar mi fe; a descubrir que la fe no consiste en sentir cosas, sino en dejarse guiar por Aquel que sabemos que nos ama. Además con esta experiencia vivida he podido ayudar a otros en situación parecida.

La fe no consiste en sentir cosas, sino en dejarse guiar por Aquel que sabemos que nos ama.

Siempre he pensado que ser creyente no es la negación de mi ser y obligaciones como ciudadano y esto implica que puedo aportar mucho como cualquier otro ciudadano. Mi vida no se desarrolla en el cielo, sino aquí en la tierra y, nacido para servir, estoy llamado a poner mi granito de arena para una sociedad más justa. De hecho creo que mi tarea es denunciar todas aquellas injusticias que se cometen; no tener miedo de llamar las cosas por su nombre.

Vivir coherentemente mi fe no me hace sentirme a contracorriente (en este camino no me siento sólo hay muchos que van por el mismo sendero); más bien me siento orgulloso de vivir la fe y proclamarla. Se dice que hay que nadar contracorriente: yo no creo esto. Pienso que lo único que tengo que hacer es vivir allí donde Dios me ha puesto, siendo auténtico, dando testimonio de lo que creo, y eso basta.

El poder de la Iglesia está en el servicio, es decir, en el amor.


La Iglesia, servidora, y los cristianos

La Iglesia tiene que seguir dando testimonio de Cristo muerto y resucitado, esa es su misión. Mas la Iglesia tiene que ser cada vez más libre, no dejarse corromper también por el poder. El poder de la Iglesia está en el servicio, es decir, en el amor, en el ágape cristiano. Y me refiero no sólo a lo que conocemos como Iglesia institucional, sino a cada uno de los bautizados que formamos el cuerpo místico de Cristo.
Según mi parecer, la falta de coherencia es un problema de muchos cristianos y de la Iglesia en conjunto. Hemos sido llamados para servir, y no para servirnos de los demás. Creo que tenemos que ser humildes y pedir a Dios que aumente nuestra fe. Pues la falta de coherencia a mi modo de ver es por falta de fe.


La sociedad actual: sus valores

A veces los creyentes tachan a la sociedad actual de todo y la criminalizan. Personalmente pienso que sería un gran error decir que la sociedad de hoy no tiene valores. Así, la amistad es un valor que existirá siempre y nuestra sociedad es sensible a este valor. Sin duda los jóvenes principalmente viven esto y lo buscan con sincero corazón. Es cierto que hay relaciones superficiales entre los jóvenes, pero ellos siempre buscarán a una persona en particular en quien confiar y creer.

 

En la actualidad hay una válida cultura de la solidaridad.

Otro valor es la solidaridad. Sé que muchas veces su práctica puede servir nada más que para tranquilizar la conciencia; sin embargo, en la actualidad hay una válida cultura de la solidaridad. Es innegable que hay personas que verdaderamente son capaces de dar la mano al necesitado, sin esperar nunca nada a cambio.

Añado a esto que la sociedad de hoy posee un fuerte desarrollo en la tecnología y en la medicina, y conozco a muchas personas que por estos medios hacen mucho bien a sus hermanos más necesitados.

Ciertamente no creo que nuestra sociedad esté peor que en otros tiempos. Cada época tiene lo suyo. Sencillamente hoy existen más medios de comunicación que nos tienen informados de todo lo que sucede a nivel mundial. De aquí que muchos tilden a la sociedad actual de todo lo negativo.

 

Cualquier episodio es un compromiso

Una vez en la calle me encontré con un borracho tirado en la alcantarilla. Sentí rechazo hacia él y continué mi camino, pero a los pocos metros recordé el pasaje del buen samaritano y que Jesús me preguntaba quién es tu prójimo. Reaccioné y fui de nuevo donde estaba el borracho y lo llevé a su casa. Desde esta ocasión este señor que estaba tirado y borracho buscó ayuda. Me dijo después que quería cambiar de vida y entró con los alcohólicos anónimos.

Siempre que me he cerrado en mí mismo y he dicho no a Dios viene a mi mente algún pasaje bíblico que me hace reflexionar y emprender de nuevo el camino.
A partir de este episodio quiero ofrecer una reflexión que me inspira más el corazón que la cabeza y que tomo como pauta en mi vida:

¿Dónde no hay nada de injusticia, egoísmo y pecado? Ante la injusticia me siento con la tarea de no quedarme callado por cobardía. Con el egoísmo y el pecado, primero trabajo los míos para luego así poder decir alguna palabra a quienes los cometen. Creo que el hombre en su interior quiere ser más libre de estas ataduras, solamente hay que saber llegar a su corazón.

La vida religiosa es un signo profético, pero tiene que ser primero vida y después religiosa.


La vida religiosa, signo profético

La vida religiosa es un signo profético, pero para ello no puede quedarse anclada en esquemas del pasado sino abrirse a los nuevos signos de los tiempos. Tiene que ser primero vida y después religiosa. Si los religiosos trasmitimos vida, alegría, entusiasmo y, sobre todo, fe en Cristo, estoy seguro que sin necesidad de palabras los jóvenes se sentirán invitados a caminar con nosotros en esta maravillosa aventura de la vida religiosa. Por esto, sería un gran egoísmo de mi parte (si no lo hiciera) no invitar a jóvenes y no tan jóvenes a vivir con alegría compartiendo nuestro estilo de vida agustino recoleto.

No creo tanto en la promoción vocacional a base de propaganda e impactos, sino en la promoción vocacional que hacemos cada uno con nuestro estilo de vida. Nadie da lo que no tiene; por eso un religioso agustino recoleto no puede exigir aquello que él no vive primero. Si su estilo de vida no es coherente (la falta de coherencia a mi modo de ver es por falta de fe) y convincente.

Concluyo diciendo que para mí lo básico en la vida es llegar al final con la firmeza de poder decir: he sido feliz. Y no tener nunca que decir: he cometido el peor error de mi vida; no fui feliz.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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